
En el apéndice "Acerca de un libro titulado Lolita", el propio Nabokov diferenciaba su novela de la pornografía, devenida objeto de consumo en la sociedad contemporánea:
"En la época actual el término "pornografía" sugiere mediocridad, lucro y ciertas normas estrictas de narración. La obscenidad debe ir acompañada de trivialidad, porque cualquier índole de placer estético ha de reemplazarse por entero por la simple estimulación sexual que exige el término tradicional, a fin de ejercer una acción directa sobre el paciente. (...) Así, en las novelas pornográficas, la acción debe limitarse a la copulación de clichés. Estilo, estructura, imágenes nunca han de distraer al lector de su tibia lujuria. La novela debe consistir en una alternancia de escenas sexuales. Los pasajes intermedios se reducirán a suturas de sentido, puentes lógicos del diseño más simple, breves exposiciones y explicaciones que el lector, probablemente, omitirá, pero cuya existencia debe reconocer para no sentirse defraudado (una mentalidad que emana de la rutina de los cuentos de hadas "verdaderos" de la niñez)".
Kubrick convenció a Nabokov, por lo demás un cinéfilo de pro, para que escribiera el guión. El resultado fue un abultado borrador de 400 páginas, que Kubrick revisó y abrevió (el escritor calculaba que se había utilizado un 20 % de su guión original, aunque siempre se mostró satisfecho con la película). Nabokov también colaboró en la elección del reparto y, entre las nínfulas aspirantes al papel de Lolita, eligió a Sue Lyon, que tenía 14 años en el momento del rodaje. La película no hubiera podido superar la censura, ni la mucho más temible Legión de la Decencia -que por entonces se ocupaba de la calificación de las películas- si el personaje lo hubiera interpretado una actriz de 12 años (la edad de Lolita en el libro). Del mismo modo, Kubrick decidió matizar el erotismo obsesivo del libro y fomentar la veta de humor negro presente en él. De ahí que diera rienda suelta a Peter Sellers, todo un maestro para la improvisación cómica.
"Y entonces, sin previo aviso, una oleada azul se hinchó bajo mi corazón y vi sobre una esterilla, en un estanque de sol, semidesnuda, de rodillas, a mi amor de la Riviera, que se volvió para espiarme por encima de sus gafas de sol"
En 1962, Kubrick (en la foto, junto a Sue Lyon, durante el rodaje de la película) dedicó una entrevista al escritor Terry Southern (que colaboraría en el guión de su siguiente película Teléfono rojo). En ella Kubrick comienza hablando de la relación entre el amor y la clandestinidad, en unos términos que me recuerdan a Bataille, Sollers o Quignard: "Un hombre y una mujer que se quieren son los mayores perversos de la Tierra, los elementos más asociales con los que se pueda soñar" (Sollers).
Kubrick: No cabe duda de que Lolita es una de las grandes historias de amor de la literatura. Creo que el crítico Lionel Trilling la define a la perfección en Encounter cuando dice que se trata de “la primera gran novela de la historia del siglo XX". Y se centra en la indignación y el rechazo absolutos que provocan los amantes de todas las grandes historias de amor del pasado entre las personas que les rodean. Si pensamos en obras como Romeo y Julieta, Anna Karenina, Madame Bovary o Rojo y negro, veremos que que todas ellas tienen este punto en común, este componente ilícito o, como mínimo, considerado ilícito en la época, y en todos los casos los amantes terminaron aislándose por completo de la sociedad.
James Mason, en el papel del lúcido y entrañable Humbert Humbert
Pero con la llegada del siglo XX, y la desintegración de los valores morales y espirituales, para los escritores resultaba cada vez más difícil, incluso imposible, recrear una situación similar que resultara creíble, es decir, una relación que provocara indignación y rechazo. De manera que recurrieron a la descripción erótica. Según Trilling, el éxito de Lolita se debe en cierta manera, en términos de la tradición clásica, a que ha sabido preservar la pasión arrebatadora y la ternura de una gran historia de amor y, al mismo tiempo, ese elemento de rechazo por parte de la gente que rodea a los amantes. Y, obviamente, Nabokov veló brillantemente cualquier indició de la aprobación de la relación por parte del autor. En realidad, hasta el final, cuando Humbert Humbert vuelve a ver a Lolita cuatro años después y ella ha dejado de ser la ninfa de antaño, no resulta evidente que que él siente un amor verdadero e incondicional por ella. En otras palabras, el elemento de rechazo, incluso del autor -y, sin duda, del lector- se consigue y se mantiene hasta el final"...
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