martes, 24 de febrero de 2009

La obra maestra desconocida de la serie B


Cartel de la película The Honeymoon Killers

No sé quién dijo que ésta es una de las películas más incomprendidas de la historia del cine. Lo que sí puede decirse es que, desde luego, es única. Estrenada en 1970 y escrita y dirigida por Leonard Kastle, me sigue pareciendo la obra maestra desconocida de la serie B.


Carteles de películas de serie B

Nacida como consecuencia del crack del 29 y en plena época del sistema de estudios, la serie B produjo joyas tan deslumbrantes como las películas de Samuel Fuller, Edgar G. Ulmer o Roger Corman (padre espiritual de toda una generación de directores como Peter Bogdanovich, Francis Ford Coppola o Jonathan Demme, entre otros). Es cierto que hay películas de serie B absolutamente imprescindibles: En un lugar solitario de Nicholas Ray, Yo anduve con un zombi de Jacques Tourneur o Gun Crazy de Joseph H. Lewis, por citar sólo algunas, pero The Honeymoon Killers destaca por encima de todas. Con una puesta en escena que flirtea con el cinema verité, una dirección tensa y no invasiva que a veces recuerda el estilo de John Cassavettes, una fotografía que acentúa el claro oscuro y una dirección actores magistral, The Honeymoon Killers es, en realidad, una historia de amor desesperado, contada desde la marginalidad de los perdedores pisoteados por el sueño americano.

Hay muchos motivos que hacen única a una película, pero ésta se lleva la palma. Para empezar, su director. Leonard Kastle era un compositor de ópera y libretista (para entonces ya había escrito la ópera Deseret en 1961) . No en vano, la película se articula de forma obsesional, como una suerte de ópera cinematogáfica, sobre la marcha fúnebre del tercer movimiento de la primera sinfonía de Mahler.

En un principio, Kastle escribió el guión y se fue con él debajo del brazo en busca de director. El director que encontró fue un joven Martin Scorsese (en la foto), que sólo tenía en su haber unos cuantos cortos (entre ellos el mítico The Big Shave) y un único largo (I call first) pero cuando Kastle vio que Scorsese tardaba dos días en filmar una lata y surgían problemas entre él y el productor Warren Steibel, Kastle decidió despedirle y dirigir finalmente él mismo el proyecto. Cómo consiguió Kastle realizar una obra tan acabada sin ninguna experiencia previa es algo que me sigue sorprendiendo a día de hoy.

Oscura, turbia y escandalosa, en parte la fuerza de la película reside en sus dos actores principales: Shirley Stoler y Toni Lo Bianco. Ya sólo la actuación de Stoler, que era la primera vez que se ponía delante de una cámara, es algo prodigioso. Su físico descomunal y frágil al mismo tiempo, serviría para encasillarla posteriormente en papeles de mujer sargento, en una carrera que nunca le permitiría recuperar la altura que había alcanzado en su primera película. Una suerte similar correría el bueno de Toni Lo Bianco, aunque su participación en esta película le permitiría interpretar el personaje de Sal Boca en The French Connection al año siguiente. Pero yo me quedo con el delirio psicotrónico God told me to (1976) del siempre inefable Larry Cohen, en el que actúa como protagonista.

La película se inspira en el caso de Martha Beck y Raymond Fernández, The Lonely Hearts Killers (en la foto), que en los años cuarenta conmocionó a la plácida sociedad norteamericana del momento. Aunque no es del todo fiel a los hechos (por ejemplo, Martha Beck estaba divorciada y tenía dos hijos, mientras que Raymond Fernández tenía varias mujeres y otros tantos hijos), sí realiza un inusual acercamiento, desprejuiciado y carente de tópicos, sobre esta singular pareja de serial killers, que le sirve de pretexto a Kastle para construir una metáfora sobre el amor (cuya auténtica forma siempre conspira contra nuestras convenciones más elevadas), la dependencia y la redención.

Para una revisión exhaustiva del caso véase el siguiente enlace (en inglés).

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