En 1908, una delegación de hombres de negocios norteamericanos visita a Antoni Gaudí en Barcelona y le pide que proyecte un gran hotel en Manhattan. No se sabe el emplazamiento del proyecto; puede que los hombres de negocios quieran tan sólo un croquis inicial para recaudar dinero y encontrar más tarde una ubicación.
Es improbable que Gaudí tenga conciencia de los saltos cuánticos y las innovaciones que ha producido el manhattanismo*; los propios hombres de negocios deben haber reconocido la afinidad entre la histeria de Gaudí y el frenesí de Manhattan.
Pero en su aislamiento europeo, Gaudí es como el hombre de la caverna de Platón; a partir de las sombras de las descripciones y las necesidades formuladas por los hombres de negocios, se ve forzado a reconstruir una realidad exterior a la caverna: la de un Manhattan ideal. Gaudí sintetiza una premonición del auténtico rascacielos que aplica tanto la lobotomía** como la rama mutante del diseño interior, no sólo a la planta baja, sino también, por estratos, a todo el interior.
Su hotel es un gavilla de estalagmitas, combinadas para formar un único conoide que constituye, inequívocamente, una torre; ocupa un podio o una isla, conectada mediante puentes con las otras islas; se yergue audazmente solo.
El proyecto de Gaudí es un paradigma de la conquista planta a planta del rascacielos por parte de las actividades sociales. En la superficie exterior de la construcción, las plantas inferiores proporcionan alojamientos individuales, es decir, las habitaciones del hotel; la vida pública del establecimiento se sitúa en el núcleo, en unos enormes planos interiores que no reciben luz natural.
** La escisión entre el interior y exterior de un edificio, síntoma del rascacielos neoyorquino.
Es improbable que Gaudí tenga conciencia de los saltos cuánticos y las innovaciones que ha producido el manhattanismo*; los propios hombres de negocios deben haber reconocido la afinidad entre la histeria de Gaudí y el frenesí de Manhattan.
Pero en su aislamiento europeo, Gaudí es como el hombre de la caverna de Platón; a partir de las sombras de las descripciones y las necesidades formuladas por los hombres de negocios, se ve forzado a reconstruir una realidad exterior a la caverna: la de un Manhattan ideal. Gaudí sintetiza una premonición del auténtico rascacielos que aplica tanto la lobotomía** como la rama mutante del diseño interior, no sólo a la planta baja, sino también, por estratos, a todo el interior.
Su hotel es un gavilla de estalagmitas, combinadas para formar un único conoide que constituye, inequívocamente, una torre; ocupa un podio o una isla, conectada mediante puentes con las otras islas; se yergue audazmente solo.
El proyecto de Gaudí es un paradigma de la conquista planta a planta del rascacielos por parte de las actividades sociales. En la superficie exterior de la construcción, las plantas inferiores proporcionan alojamientos individuales, es decir, las habitaciones del hotel; la vida pública del establecimiento se sitúa en el núcleo, en unos enormes planos interiores que no reciben luz natural.
Este núcleo interior del hotel es una secuencia de seis restaurantes superpuestos. El primero está decorado con un concentrado de mitologías europeas que se vería reforzado por la elección del menú y de música europea, interpretada por una gran orquesta sinfónica. Cada uno de los demás restaurantes, con su propia iconorafía hermética, representa un continente distinto; el apilamiento en conjunto representa el mundo.
A este mundo de los restaurantes se le superpone un teatro y una sala de exposiciones. El conjunto está rematado por una pequeña esfera de observación que espera el momento en que la conquista de la gravedad no sea sólo una metáfora sino un hecho.
* Para Koolhaas, creador de este concepto, el manhattanismo es la teoría no formulada que se esconde en la creación de Manhattan y que consiste en "exisitir en un mundo totalmente inventado por el hombre, es decir, vivir dentro de la fantasía". En otras palabras, la voluntad de poder como arquitectura.
** La escisión entre el interior y exterior de un edificio, síntoma del rascacielos neoyorquino.
Rem Koolhaas, Delirio de Nueva York
Recuerdo que cuando estuve en mi alojamiento en manhattan comencé a conocer acerca de este artista y me encanto. Luego intente especializarme en el, porque me parece fantástica su historia y sus obras
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