jueves, 2 de abril de 2009

Algo así como la muerte

S/T, Estambul, 2008

La muerte es sucia. Cuando era niño comprendía. Entonces me acompañaba a través de los olivos. Entraba en casas en ruinas, hablaba con los perros: yo mismo era un espectro. Caminaba entre los muertos con los dientes sucios. Quise morir tantas veces, llenarlo todo de cadáveres. Torturaba a los insectos. Destruir, dije. Destruir para no estar solo. Mi relación con los otros se daba a través de la muerte: mis muertos y yo, entre ellos, un muerto más.

Ir de la mano de mis padres y perderse entre la multitud era también una forma de morir. Mirar desde abajo el mundo: el mundo era algo de los otros, un invento de mis padres, como yo también era un invento suyo. ¿Qué era mi mundo entonces? Una fosa abierta en medio de mi sexo.

Soñé con morir entonces, morirme como mi abuelo. Los muertos estaban presentes: veía sus fotografías en blanco y negro. Una extraña sensación: una vergüenza parecida a la que experimentaba frente a todo lo sexual. El espacio de la muerte era un espacio prohibido. Esas habitaciones estuvieron siempre cerradas. Inaccesibles para mí. Tenía que entrar a hurtadillas, con un sentimiento de culpabilidad y de vergüenza.

Abría los armarios y miraba toda esa ropa que otros habían llevado, esas posesiones que no eran de nadie y que estaban contagiadas por la muerte. La muerte como desgracia, como ladrona de cuerpos.

Qué frío estaba el cuerpo de mi abuela. Ese frío me producía vértigo. Mi abuela entonces no, un cuerpo, un cuerpo abandonado. ¿Qué hacer con él?

Después ya no tuve miedo, inconscientemente quería morir. Recuerdo los dibujos que pinté en 1º de EGB. Los dibujos de negros de los que estuve siempre tan orgulloso y que regalé a mi profesor.

Tú no entiendes nada de esto. Crees que estoy loco. Amor, te amo porque tú eres la muerte. Cuando introduces tu lengua en mi ano hay un olvido tan grande de ti misma que oigo en él el susurro mismo de la muerte.

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